Cuevas del alma

Año2023
GéneroLibro
TituloCuevas del alma
Actuación y pensamientosAlbert Vidal
FotografíasLeopoldo Samsó


Las lejanas imágenes de Cant a la mímica, aquel libro que publicamos con Leopold Samsó hace ya sus buenos 40 años, no solo no se han borrado de la memoria, sino que persisten en el tiempo, ya que nada se ha interrumpido. El ADN energético continúa siendo el mismo, solo que alimentado con una fiel y persistente colaboración durante todo este intervalo. Y podemos hablar de intervalo porque el mismo performer y el mismo fotógrafo publicamos ahora, igualmente en blanco y negro, este nuevo trabajo: Cuevas del alma.


A diferencia del primer libro, en el que las instantáneas inmortalizaban momentos de expresión frente a un público, estas imágenes son de estudio solamente. La comunicación entre performer y fotógrafo es
pura y específica. A nadie se le ha permitido estar presente en las sesiones que durante dos largos años hemos realizado en una antigua fortaleza del siglo IX, en la que las memorias históricas permanecen intactas.


En esta construcción de roble y piedra hemos trabajado únicamente con los matices de la luz natural, que filtrándose a través de los ventanales permitían calibrar la intensidad para dar luz a las expresiones que desde el fondo del alma afloraban en profunda comunión.


En los largos silencios que envolvían estos encuentros artísticos, el punto álgido hallaba su ser en el sutil clic del obturador. En esos momentos, el viaje del alma al rendir sus secretos se veía recompensado por la constatación que inmortalizaba el ápice de la emoción que se había drenado de entre el limo de la existencia.

Breve selección de las más de 60 imágenes con sus correspondientes pensamientos de las que se componen el libro.

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Florecía la vida en su más pura esencia, en cada segundo de percepción se recreaba el mundo, imperturbable amor. Recibía miradas, sonrisas, caricias y abrazos.

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Yo acuso, en verdad, yo acuso. Vamos a tener que empezar de nuevo desde cero. Dominar los sentimientos y las emociones con la distancia del profundo desapego. El Príncipe telúrico llegará; la soberbia, la envidia y la avaricia arrasándolas al fuego eterno. Esa es la gran esperanza.

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Entonces, era cuando me refugiaba en copiosas e interminables comidas que llegasen a presionarme las paredes del estómago y así no tener que preocuparme más que del próximo sabor que me iba a aturdir. Me sentía saciado, pero no conseguía apaciguar mi mente.

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Me apasionaba, creyendo o no en emociones que perfilan los socavones del empecinamiento.

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Esquivando las adormecientes caricias, vanidades de este mundo, acosado pero no hundido.
Vigilante ante los contratiempos, atento a las grietas de los muros por las que seguiría fluyendo la inspiración. En permanente estado de atención, donde las células del cuerpo reposan ávidas de entrar en acción. No, no me iba a dar por vencido sabiendo que era depositario de un testimonio que la corriente general del río no quería escuchar.

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Quizás un duende me espera al final del camino.