L'enterrament

Año 1982
Género Performance
Obra L’enterrament
Presentación Casa Masferrer. Vic

Un día sentado en una terraza de la Plaza Mayor de Vic con mi amigo y frecuente colaborador Enric Pladevall, le comenté con ese desparpajo que a veces nos caracteriza a los pueblos íberos de estas tierras, «Me parece que me voy a enterrar, voy a poner en la prensa una esquela anunciando mi entierro siguiendo en todo momento las más convencionales pautas de este ritual contemporáneo». Fue un «dicho y hecho».

Al cabo de pocos días estaba hablando con el representante de la funeraria Fontcuberta del mismo Vic, manifestándole el interés que tenía por celebrar el ritual funerario de mi propia persona.

En aquellos momentos de la transición había tanta alegría y creatividad que todo el mundo te decía que sí a todo, es más, le hizo tanta gracia la idea, que no me quiso cobrar nada y puso a mi disposición toda la parafernalia, coche funerario, chófer, mozos, etc. Solo tuve que pagarles las coronas de flores, eso sí, ostentosas y con sus cintas en donde ponía una vez más: «Tus amigos que no te olvidan», «De sus familiares queridos»…

Esta fue de verdad una performance inolvidable.

Antes de cerrar el féretro los asistentes podían pasar a despedirse del difunto.

Aquí quiero recalcar una de las grandes lecciones de teatro que me dieron en este caso los enterradores. Habíamos colocado el féretro iluminado en sus cuatro ángulos por grandes velas y en una habitación angosta en la que cabían máximo seis o siete personas mientras iban pasando.

Cuando los asistentes subían por las escaleras para acceder al responso, unos conocidos míos hacían broma una vez se habían enterado que no era verdad que me había muerto y que aquello no era más que una performance del Vidal.

Como os podéis imaginar esta actitud podía desvirtuar el pathos de la situación. Salió rápidamente al paso uno de los enterradores y les dijo: «No os burléis porque si mostráis que no creéis en este juego, él tampoco se lo podrá creer».

La intervención había sido categórica, se quedaron muditos y calladitos, y al entrar en aquella pequeña habitación y sentir aquella perfecta y profesional escenificación de la muerte, no pudieron evitar un indefinible escalofrío.

Todo estaba tan bien escenificado que no quedaba más que tomar por real la ficción. La muerte y su teatro estaban ahí presentes, poco importaba que el inerme cuerpo que yacía en el interior del ataúd respirase o no, la sensación era la misma. La esencia de L’ENTERRAMENT era palpable.

Una vez habían pasado todos los asistentes, se procedió a cerrar el féretro y bajarlo por las escaleras (conmigo dentro, claro) para introducirlo en el coche funerario. Un amigo, en Massana, pronunció unas palabras con tal aplomo que hasta yo mismo dentro del féretro me emocioné.

Se cierra el capote del coche y empieza el cortejo fúnebre lentamente permitiendo seguirlo al paso. Aquí curiosamente y siguiendo el coche, el público ya iba más relajado. Incluso se recuperaban del juego en que les había metido e iban con una cierta alegría, algunos dándose besos y abrazos, vamos, todos muy alegres.

Imaginaros qué debía pensar el transeúnte que se encontraba con aquel ortodoxo cortejo pero con tanta felicidad de los que habían asistido a su entierro.

Aquí había una segunda performance o lectura en la que el público se convertía en actor pues los que miraban desde fuera no entendían nada; o el muerto había dejado mucho dinero a todos o había sido muy mala persona. Y aún no se acaba.

La instrucción que le había dado al chófer antes de iniciar, era que después de unos 800 metros y al ir alcanzando un descampado, imperceptiblemente fuera acelerando de manera que casi tuviesen que seguirlo medio corriendo y al llegar al descampado acelerase y se quedasen todos sin el muerto

Cuando volvimos a la funeraria con el coche y me abrieron la caja nos reímos todos juntos con los enterradores. Por cierto que la funeraria me pidió el vídeo de la performance para mostraRlo en un congreso de enterradores.

Comprenderéis que hay performances que están condenadas a ser como les llaman un «one off», una vegada i prou. Algo de pureza hubiera perdido al pretender presentarlo como un producto cultural pues para mí no lo era. Era L’ENTERRAMENT y prou! No se puede convertir el exorcismo en producto cultural.

Al cabo de unos meses me dirigía en coche hacia Sitges desde Vic, cometiendo la grave imprudencia de transportar la placa de metacrilato (para la DANSA PER UN MOMENT DE SILENCI) que pesaba más de 100 kilos apoyada en los respaldos delanteros y traseros del coche.

No pensaba lo fácil que se lo hubiera puesto a mis posibles detractores si tras un frenazo aquella guillotina latente me hubiera partido en cuerpo y hubieran dicho: «Ves, lo que le pasa por hacer broma con la muerte!» Yo creo que de broma nada. Algo muy misterioso había quedado latente en todos los que participamos de aquel evento.

Fotógrafo J.M.Montaner